jueves, 6 de agosto de 2015

LAS ERMITAS DE CÁRTAMA.

         Se contabilizan hasta siete ermitas dentro del término de Cártama, de las que a día de hoy tan sólo sobreviven tres. Las vicisitudes que las crearon, con el paso de los siglos fueron cambiando, hasta que el tiempo las dejó desaparecer. Y con la desaparición o ruina de los edificios, las imágenes iban siendo trasladas al templo, hasta que los tristes acontecimientos de 1936 consiguieron que en 24 horas fuesen destruidas piezas artísticas de siglos de antigüedad. 

         1.- Nuestra Señora de los Remedios.
         Una de las señas de identidad de Cártama, junto con los restos arqueológicos y el puente de hierro, es sin duda su patrona, la Virgen de los Remedios, su Ermita y el aura de misterio y devoción que la rodea.
         Más allá del soporte documental, histórico ó práctico que puedan tener otros monumentos; este se sustenta por la fe que durante siglos le vienen profesando el vecindario, y devotos.
         Enumerar las atribuciones protectoras o milagrosas sería una labor inmensa que excede los límites de este trabajo, por lo que me ceñiré al análisis documental y científico, al igual que en el resto de esta obra.

    La Imagen.
         A falta de un análisis pormenorizado, la trasmisión oral nos dice que se trata de una talla gótica, que formó parte del arnés de una caballero cristiano de los que participaron en la reconquista, a semejanza de otras de similares características, que igualmente se veneran en numerosos pueblos de España.
         Las leyendas sobre la forma en que esta imagen pasó a tomar parte de la historia de Cártama, son repetitivas en un sin fin de versiones y lugares.
                                                  
Placa conmemorativa.
         Actualmente se encuentra la imagen sobrepintada y sus facciones sobredimensionadas, por lo que resulta difícil perfilar el estilo concreto seguido por el tallista. No obstante, de las distintas estampas y reproducciones en imágenes que con el tiempo se han ido produciendo, se puede trazar un perfil de las vicisitudes que la han afectado.

Grabado 1773. Archivo Díaz Escovar.
         La más antigua imagen que tenemos es un grabado que existe en el Archivo Díaz Escovar, fechado en Granada en 1773 por el grabador Manuel Rivera. La simbología de la época nos expone la imagen sobre su peana, rodeada de rocallas y con filacterias ó cintas laterales inscritas, que llevan una cita extraída de los textos sagrados, lo cual puede traducirse como: “No te alcanzara ningún mal” a la izquierda, “y ninguna plaga se acercara a tu tienda” a la derecha. A los lados de la imagen se pueden ver, un ramo de espigas de trigo, como símbolo de la provisión de alimentos durante las hambrunas, y un brazo que empuña una espada y un haz de fuego, tributos propios de San Miguel Arcángel, como protector contra la peste.
         La inscripción inferior que la acompaña la reconoce ya como patrona de Cártama y liberadora de la hambre y la peste, y sobre esta, la cruz de Borgoña ó de San Andrés, que simboliza la humildad y el sufrimiento; y se encuentra asociada con los militares españoles desde que la trajese como parte de su sequito don Felipe “el hermoso”, para su boda con doña Juana, hija de los Reyes Católicos y que fue el primer símbolo identificativo del municipio de Cártama, en memoria del día de San Andrés de 1485 en que entraron oficialmente los cristianos en la villa.

Grabado 1852-1868. Archivo Díaz Escovar.

         La segunda en antigüedad es otro grabado procedente del mismo archivo que el anterior, este de autor anónimo y sin fechar, pero que por la referencia que hace al obispo malagueño Juan Nepomuceno Cascallana, podemos fechar entre 1852 y 1868. La imagen se enmarca en un retablo de estilo neoclásico, rematado por elementos de estilo rococó y entre nubes el Ojo Divino. En esta ocasión el autor da volumen y perspectiva a la imagen con el uso de las sombras.
         En ambas imágenes se aprecia que la talla es la misma. Las dos tienen el niño sobre la mano izquierda, y con la derecha sujeta un cetro y el dedo índice levantado.

Imagen actual, extraída del libro de Pedro Dueñas, "Cártama en abril". 


         Sin embargo la que hoy conocemos es claramente diferente a las anteriores, además de llevar el niño al lado contario le falta el cetro, incluso las proporciones parece que son distintas. Esto nos da a entender que en algún momento entre 1868, fecha del fallecimiento del mentado Obispo; y 1890, fecha de la estampa más antigua que tenemos de la actual Virgen de los Remedios, debió ocurrir algún acontecimiento que hizo que las imágenes se cambiasen. Estos pudieran ser: un robo, un acontecimiento bélico, o un incendio; en cualquier caso por ahora solo podemos teorizar sobre el asunto a la espera de que cualquier día aparezca el documento que nos confirme que circunstancias que propiciaron este cambio.

         Durante la guerra civil española se dio otra circunstancia que aun hoy plantea dudas si la imagen que tenemos es la original o una copia. Se trata de la quema que tuvo lugar el 23 de abril de 1936; aun no se había declarado el estado de guerra, pero el ambiente ya se encontraba bastante caldeado, desde algún tiempo atrás se venían cometiendo ataques al patrimonio religioso por todo el país, por lo que se preveía que en cualquier momento le tocaría a nuestra patrona y la cercanía de la festividad de abril suponía una provocación para partidarios de la destrucción de las imágenes.
         Entre las distintas versiones orales que nos han llegado de lo sucedido aquel día, destaca la que me ofreció de primera mano doña María Orejuela Bedoya.
         Por entonces era la camarera de la Virgen la señora Marquesa de Larios que todos los años acudía puntualmente para vestir a la Virgen y preparar su salida procesional. El 22 de abril a la hora de la bajada hubo algunos altercados a las puertas de la ermita, entre partidarios y detractores a la vez que algunos peregrinos intervenían en defensa de nuestra patrona, a pesar de lo cual se cumplió la tradición.
         Al día siguiente acudió puntualmente la señora marquesa con su habitual bolso en el que traía algunos de los enseres y prendas que necesitaría para preparar y engalanar la imagen antes de salir. Como siempre, se encerró en la sacristía para proceder con la debida intimidad, momento que aprovechó para cambiar la talla por otra figura de escayola muy similar que traía preparada en el bolso, y tras estar vestida y adornada resultaba difícil de diferenciar con la original. Tras esto, la imagen fue colocada sobre su trono que la esperaba dentro del templo dispuesto para salir, pero el ambiente era de miedo y nadie se atrevía a ser el primero en colocarse debajo para dar comienzo a la procesión. Tras algunos minutos de indecisión fueron los hermanos Juan, José, Francisco y Antonio Orejuela Bedoya los que se decidieron los primeros, y tras ellos acudieron más personas.
         En cuanto salió a la calle un rumor corrió entre los presentes; aquella no era la imagen de siempre, se notaba a simple vista, sin embargo la procesión transcurrió con aparente normalidad, hasta que llegó al final de la calle concepción, donde debía desviarse hacia la calle de en medio, pero fue obligada a continuar unos metros hasta llegar al lugar conocido como “pilar de Paca Flores”, una fuentecilla para abastecimiento del vecindario, que entonces no existía como hoy la conocemos y se encontraba en campo abierto. Allí fue saqueado el trono y quemado. Apenas quedo de él unos restos de entre los cuales se pudieron rescatar pequeños trozos tallados que hoy se encuentran en propiedad de sus rescatadores.

Cabeza de querubín rescatada de entre las cenizas del antiguo trono.

         Mientras todo esto ocurría la marquesa de Larios salió de la iglesia llevando en su cesto la imagen original y se dirigió a la casa del cura don Juan Martín Serrano, a cuyo cuidado dejó la Virgen de los Remedios.
         Previamente habían concertado con el artista cartameño José González Marín, la salida de la imagen del país; el cual regresa urgentemente a su pueblo abandonando su gira por España.
         El cura párroco se muestra reticente a que la imagen salga de la localidad hasta el último momento, en que González Marín entra en su casa y lo encuentra orando ante un crucifijo que tiene sobre la mesa. Según la tradición oral, sin mediar palabra la coge, la guarda en su maleta, y sale de la estancia sin que el cura muestre ninguna oposición.
         A partir de aquí la historia sobre su estancia en tierras de América está escrita y documentada hace tiempo, hasta que regresó á Cártama una vez ocupada la localidad por las tropas del General Franco. Sin embargo, el diario ABC lanzaba el 21 de marzo de 1937 la noticia de que la Virgen de los Remedios había sido quemada en la plaza pública, que desmentía el 16 de junio siguiente.
         Desde entonces el escepticismo de los cartameños ha dado lugar a varias versiones que justifican la destrucción de la imagen. Sin embargo durante la restauración que se hizo a la talla en 1991, el restaurador Julio Hernández Varela confirmó que se trataba de una talla en madera de carácter histórico con numeras capas de pintura.


    El edificio.
         Según se interpreta del análisis arquitectónico, el edificio que hoy sirve de ermita fue una construcción anexa al castillo con funciones militares. Una detenida observación del mismo nos hace percibir que la construcción fue en su origen un bloque cúbico irregular, al que posteriormente se le fue añadiendo la torrecilla, la entrada porticada y la espadaña. Muestra de la profunda devoción que siempre ha tenido esta imagen y su santuario, ha quedado más patente aun, en las recientes campañas de restauración de 2001, 2006 y 2007; en las que han quedado al descubierto tanto la decoración exterior con motivos típicos Trinitarios; como la interior, de marcado y colorido estilo barroco, y oculto en sus gruesos muros unas saeteras laterales.

         La devoción a su Virgen ha llevado a los cartameños a encomendarse a ella para todo tipo de males y agradecerle cualquier beneficio obtenido; hasta tal punto, que tras la famosa batalla de Cártama contra el invasor francés, ocurrida el 16 de febrero de 1812, y en vista que en ese día ningún cartameño recibió daño alguno, temerosos como estaban a la vista de las muertes que continuamente ocurrían en otros pueblos, se declaró oficialmente y en pleno municipal festivo ese día, para que se bajase la virgen a la Iglesia y ser prosesionada en acción de gracias por su protección en aquella fecha histórica.
         Al menos hasta finales del siglo XVIII también estuvo aquí la imagen de San Antonio Abad, al que anualmente se le celebraba fiesta.
  
    El barroco cartameño. 
         Tratar de explicar aquí el barroco malagueño resultaría sumamente  extenso y tedioso, por lo que nos ceñiremos al marco cartameño y reservaremos ese espacio para temas más cercanos.
         Es importante resaltar que a pesar de ser uno de los ejemplos más completos de la estética barroca malagueña, la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios es aun la gran desconocida en este aspecto.
         De entre todos los camarines dedicados a vírgenes comprendidos en este periodo, cada uno de ellos con sus propias singularidades históricas y artísticas; la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios de Cártama es el más completo ejemplo de estética barroca en nuestra provincia, en el que, en muy reducido espacio se reúnen todos los elementos artísticos, pictóricos y ornamentales de los mejores edificios.
         Ya hemos constatado documentalmente la existencia del edificio con funciones de ermita a principios del siglo XVII; pero es a partir del siglo XVIII cuando es remodelada y ornamentada hasta tomar el aspecto que hoy conocemos y convertirse en uno de los ejemplos de estética barroca más completos de la provincia. El exterior se decoró con el clásico despiece, imitación de ladrillos, sillares, cruces, rosetas y aves de carácter simbólico. En el interior se combinan todo tipo de recursos ornamentales, pinturas, yeserías, molduras, cartelas talladas en madera, azulejerías y rejas bañadas en pan de oro; todo ello combinado con multitud de colores y dorados, con las mismas técnicas utilizadas en los más principales edificios; líneas incisas y campos coloreados, utilizando pigmentos naturales como oxido de hierro, negro humo y ocres, entre otros, dando forma, utilizando el lenguaje de los símbolos y representaciones artísticas, a unos mensajes propios de este momento histórico.
         La nave se encuentra dividida por sencillas pilastras adosadas, con línea de imposta superior, sobre la que descansa la bóveda de medio punto. De esta forma el conjunto queda dividido en espacios simples verticales, que se decoran con molduras de perfil compuesto, pintadas en rojo, y sobre estos algunos elementos vegetales y líneas onduladas en oro con técnica de filigrana. El conjunto se complementa con tallas de madera dorada en las esquinas y centro de cada una de estas molduras y en puntos de realce arquitectónico.
         Entre las pilastras se conservan unas cartelas talladas con inscripciones marianas, que según opinan los restauradores, son de época más reciente, aunque su diseño obedece a imitación de otras anteriores. En el arco final, rodeado de escudos con águilas bicéfalas, un ángel pende de la bóveda portando un huevo de avestruz. A la misma época corresponde la pila de agua bendita que encontramos a la entrada, tallada en mármol rosa jaspeado y negro.
         El presbiterio refleja un fino estilo barroco en su conjunto, excepto en la hornacina, fabricada tras la guerra civil por Francisco Palma, en sustitución de un antiguo retablo, sin duda de mejor calidad. Destaca el arco Toral con el mismo sistema de molduras pintadas, con filigrana de oro y culminado en la clave por una pieza tallada.
         Desde la línea de imposta en triple moldura en rojo y negro, arranca la cúpula con yeserías y molduras policromadas y doradas. Bajo esta línea, y a modo de medallones, pinturas murales al oleo representando los evangelistas y en torno de estos, cartelas de carácter orientalizante, con corladuras de plata; bajo ellas dos esculturas del Niño Pasión y el Niño de la Espina, añadidos en época posterior al barroco.
         La verja que separa la nave, es de sensible diseño en hierro forjado, se compone de unos balaustres ó barrotes simples, cuadrados acabados en punta de diamante, unidos por un elemento laminal horizontal perforado. Sobre la simplicidad de este elemento destaca el hallarse recubierto con pan de oro, que durante años ha permanecido oculto bajo capas de pintura y ha quedado al descubierto durante la restauración de 2006, como parte de la suntuosidad de todo el conjunto.
         El camarín se encuentra rematado en una cúpula apiramidada en ocho paños recubiertos por esplendidas yeserías y motivos relativos al espacio. Como lugar más intimo de todo el conjunto desborda en aplicaciones de rocalla, guirnaldas y cartelas, todo en exuberante disposición que ocupan incluso las ventanas, y que reducen su presencia a medida que se aproximan al zócalo.
         Por su experiencia consideraron los restauradores de este espacio que las yeserías proceden del mismo taller que las del camarín de la Virgen de la Victoria o la capilla del Pilar de la iglesia de Santiago; y son muy semejantes a las del camarín de la Virgen del Rosario de la iglesia de Santo Domingo de Archidona.
         Todos los espacios que quedan libres así como los fondos de las volutas son aprovechados para insertar pinturas murales de cuidada ejecución con marmoleaos y motivos geométricos, florales, rocallas y aves, en los que se aprecia una esmerada técnica de ejecución con una amplia variedad de colores, todos de origen mineral, junto con el polvo de oro para filigranas y efecto brillo, aplicado en seco sobre una capa de yeso. Entre los pigmentos naturales usados para la decoración se han podido identificar, el bermellón, minio, cardenillo, oro pimente, tierras, albayalde, además de otros.
         Al tratar la decoración en su conjunto podemos apreciar que es más sobrecargada en el camarín, cubriendo prácticamente cualquier espacio vacío con manifestaciones pictóricas; en el presbiterio se reducen a los elementos arquitectónicos, arcos, pechinas, gajos de la cúpula, y cartelas; en la nave tan sólo las líneas de imposta y las pilastras adosadas. Tanto en el presbiterio como en la nave los elementos florales y animales son sustituidos por filigranas de oro pintadas sobre las molduras; disminuyendo esta decoración a medida que nos alejamos, ajustándose de esta forma al principio barroco de centrar la atención sobre el lugar más sagrado.
         Hay que llamar la atención sobre los baldosines del suelo, también de esta época concreta y muy en relación con los anteriores camarines citados. Así como el pedestal de la Virgen, que a pesar de ser un añadido más reciente; diseño de carrete con molduras talladas y doradas.
         En yeso están fabricadas las molduras, guirnaldas y rocallas; y aunque es un material bastante pobre, más aun en la época en que se fabricaron estas, sus volúmenes están muy bien aprovechados para impactar visualmente, en combinación con otros elementos como el pan de oro, que le concede efecto luz y brillo, que se ven aun más realzados al reservar para los fondos colores como el rojo o el marmorado.
         Las pinturas murales ocupan cualquier espacio disponible en camarín y presbiterio.
         Las molduras talladas, en forma de rocallas, pinjantes o enmarcado de tondos y cartelas, se encuentran presentes en todo el conjunto ornamental, con acabado en pan de oro de gran calidad; menos las cartelas laterales de la nave con inscripciones marianas, que la mayoría son imitaciones de las originales, sustituidas en algún momento de las historia de este recinto, posiblemente por algún tipo de degradación de las anteriores.
         Las dos tallas del Niño Jesús datan del siglo XVIII. El ángel que cuelga de la bóveda, aunque de menor calidad, también se encuentra recubierto de pan de oro.
         La reja muestra un estilo y diseño que corresponde con exactitud a las realizadas por Luis Gómez, maestro rejero de la catedral de Málaga.
         La pila de agua bendita en dos mármoles, se embellece con un fino perfil moldurado. 
         La peana es un elemento móvil independiente del conjunto constructivo, pero imprescindible para el mismo, sobre el que deposita la Virgen durante la mayor parte del año que permanece aquí. Está formada por dos piezas de similar diseño, en las que varia levemente la decoración. Realizada en madera tallada, estucada y dorada sobre una imprimación de bol rojo; los cuerpos horizontales superiores e inferiores se encuentran acabados en imitación marmórea, en el resto recubrimiento de pan de oro y purpurinas.
         Como es normal el edificio debió estar acorde con el entorno, y en el trazado viario podrían encontrarse elementos ornamentales, como las hornacinas que marcaban el trazado del vía crucis al que a diario concurrían personas. Los edificios tendrían pintadas sobre las paredes alusiones religiosas, la población se encontraba rodeada de otras tres ermitas; San Sebastián, Vera Cruz y Santa Ana.
         Todo un cumulo de mensajes comunes en pueblos y ciudades, dirigidos a una población mayoritariamente analfabeta y orientados a que identificasen sus propias penurias con el sufrimiento de Jesucristo y otros sucesos bíblicos, y como única salvación la fe.
         De estos elementos que se repiten en casi todas las poblaciones, en Cártama aun podemos distinguir algunos, como: el monte Calvario, el Santo Cristo, en recuerdo de la ermita del Santísimo Cristo de la Vera Cruz; la Cruz del Humilladero, a la entrada Este del pueblo, junto a la ermita de San Sebastián, donde don Carlos Lujan colocó en 1750 una de las columnas extraídas durante las excavaciones de la plaza, y sobre ella la cruz cristiana, simbolizando la superioridad de lo cristiano sobre lo pagano; o la calle Concepción, en alusión a la Inmaculada Concepción.

         Las fiestas representan la participación al mismo nivel de todos los estamentos sociales bajo la doctrina religiosa.
         La celebración del Corpus refleja la presencia de Cristo en la sagrada forma y aunque su origen se remonta a la edad media, alcanza durante el siglo XVII su mayor esplendor como forma de afirmación pública de fe con unas muy vistosas manifestaciones.

Celebración de la fiesta barroca del Corpus, en Cártama.

         También la Semana Santa alcanza durante el barroco su mayor forma de expresión, con unos rituales que aun hoy perduran, como puede ser el acompañamiento de la imagen por personas que portan velas o antorchas durante el recorrido, llamados “hermanos de luz”, seguidos por los que cumplían penitencias y promesas, llamados “hermanos de sangre” así llamados porque en ocasiones se infringían heridas durante el desfile, además de otros personajes, muchos de ellos desaparecidos hoy.

         La feria. 
         Si nos atenemos a lo que se puede leer en la placa que hoy existe en el patio de la iglesia, que en su origen estuvo junto al camarín de la Virgen de los Remedios; en 1579 se formuló el voto de “…por siempre jamás celebrar la función de acción de gracias cada 23 de abril…”; aunque Juan Gutiérrez Faura nos da la fecha de 1590, como en la que se expidió la Real Cédula por la que se autoriza la celebración de la feria de abril, aunque afirma que estos documentos desaparecieron del archivo municipal entre 1908 y 1910.
         El origen de esta celebración está en una epidemia de peste ocurrida durante los primeros meses de 1578. Ante la desesperación e impotencia que suponía el ver morir tantas personas, decidieron los vecinos bajar la imagen de su ermita y procesionarla entre rogativas el 23 de abril de aquel año, a partir de lo cual cesaron las muertas a consecuencia de la enfermedad y cesó la enfermedad. Como consecuencia de esto se reunieron las autoridades se congregó al vecindario para declararla “Patrona Jurada de la villa”, acordando celebrar función religiosa en conmemoración de este hecho, a partir del siguiente año de 1590.
         Nos dice Gutiérrez Faura que de este voto no quedó constancia documental, pero que se hizo ratificación el 23 de abril de 1723 en una ceremonia celebrada en la iglesia parroquial, en la que juraron los señores del Cabildo Eclesiástico y Secular, con asistencia de los vecinos más significativos y con la mano extendida sobre un misal que contenía los Santos Evangelios. De todo lo cual levantó acta y dio fe el escribano Publico del Rey don Juan Antonio Zamora.

Membrete de 1773.


         Desde el mismo año en que es nombrada la Virgen “Patrona Jurada” da comienzo la celebración de la feria de abril, y afirma Gutiérrez Faura que con esta fecha existió una Real Cédula que la autorizaba, que al igual que en otras localidades, debió ser “feria de ganados y mercado franco”; pero que desapareció durante una destrucción del archivo municipal ocurrida entre 1908 y 1910, sin hayamos podido hasta hoy encontrar copia de la misma en otros archivos pero no dudamos que debe existir. Una feria que a pesar de no ser de las más importantes de la provincia ha sido siempre un referente para todas las demás, ya que al ser la primera del año en su estilo, los precios que en ella se trataban iban a ser condicionantes durante para el resto de ferias.

         Además del ambiente alegre y religioso que las fiestas conllevan, también son un importante atractivo económico en muchos aspectos; artesanal, ganadero, agrícola y artístico, son los más frecuentes. Al tener Cártama importantes dehesas boyales y caballares, prevaleció el aspecto ganadero sobre otros, y dentro de este el ganado vacuno, del que inevitablemente derivo la afición al toreo en Cártama. De esta última tenemos ya constancia en 1571; antes de que se crease la feria de abril, era la fiesta mayor el día de Santiago, en la que se lidiaban algunos toros, que casi con toda seguridad debían ser de ganaderías locales o cercanas. En el año 1571 nos consta que se prohibió a Cártama la lidia de toros para el día de Santiago, por parte del Cabildo Malagueño.
         El mismo Anastasio Sabba que en 1838 se entrevistase con el oficial ingles Napier lo encontramos en 1828 como heredero de la ganadería de Vázquez, cuyas reses se lidiaban en la plaza de toros de Málaga, junto a las de don Rodrigo Salcedo, el 30 de mayo de aquel año.
         En torno a esta celebración y aprovechando el peregrinar de personas que año tras año acudían a mostrar su devoción, se creó una feria de ganados, que resultó también de suma importancia, dada la circunstancia de ser la primera feria del año en Andalucía.

         Las atribuciones. 
         Para toda deidad suponen el principal fomento de su devoción las atribuciones sobrenaturales o milagrosas. Prueba de ello es que conocemos a los santos por sus concesiones, quedando en un segundo plano su trayectoria mundal y terrenal.
         En este sentido a la Virgen de los Remedios de Cártama se le conocen innumerables milagros y beneficios concedidos a sus devotos. Como consecuencia de ello se tiene constancia de reconocimientos, donaciones y ofrendas desde todo el mundo.
         Pero ciñéndonos al marco histórico-documental, la más antigua de que tenemos noticia fue recogida por escrito en 1838 por el Capitán de ejército inglés Edward Napier, que por aquellos años recorría nuestra provincia como uno más de aquellos viajeros románticos, y en su testimonio escrito nos cuenta que cuando visitó la ermita, una anciana ermitaña le contó que un feroz moro habitaba este castillo antes de la llegada de los Reyes católicos a estas tierras. En una de sus incursiones trajo como prisionero a un caballero cristiano, al que puso unos grilletes y encerró dentro de un arcón de madera, sobre el que pasó la noche, vigilante con sus cimitarras. Durante su cautiverio el caballero cristiano, como devoto de la Virgen María, hizo la promesa de que en caso de ser liberado construiría una capilla en aquel mismo lugar. A la mañana siguiente, cuando el moro abrió el arcón lo encontró vacío y poco tiempo después apareció su prisionero, a la cabeza de un formidable ejército que tomó el castillo y sometió a sus ocupantes, y en cumplimiento de su promesa construyó la actual ermita en el mismo lugar donde ocurrió el milagro.
         Napier afirmaba quedar convencido de la veracidad de la historia, porque pudo ver que aun se conservaban en la ermita el viejo arcón de madera, las esposas del caballero, su cráneo y la pistola rota del musulmán.
         La segunda de las versiones  que nos ha llegado, interpretativa del mosaico, alude a que durante una de las muchas incursiones que los piratas berberiscos solían hacer sobre las costas malagueñas, tomaron como prisionero a un cartameño que fue trasladado a Túnez ó Argel, donde se le informó que pedirían a su familia un rescate que si no era pagado, seria vendido como esclavo. Este manifestó que no sentía temor alguno porque se había encomendado a la milagrosa Virgen de su pueblo, que mediaría para que saliese sano y salvo de aquella situación.
         Tan confiado parecía el cautivo que el moro tomó como precaución encadenarlo y encerrarlo dentro de un arcón, al que amarró dos fieros mastines, montando vigilancia personalmente. A la mañana siguiente descubrió que el cautivo había desaparecido. Milagrosamente apareció sano y salvo en su casa de Cártama.



         Las posesiones.
         El más antiguo tabernáculo ó templete en el que tradicionalmente es portada la imagen durante la procesión, es obra del maestro platero Antonio de Zúñiga y está fechado en 1663, del que tenemos noticias por el encargo y correspondiente contrato que le hicieron los hermanos y mayordomos de la Cofradía de Nuestra Señora de los Remedios de la villa de Cártama, el cual se expresa en siguientes términos:
         “En la noble y muy leal ciudad de Málaga, a 15 de noviembre de 1663. Yo Antonio de Zúñiga, platero, vecino de ella, otorgo que me obligo de hacer y fenecer y acabar en buena y cumplida forma el tabernáculo ques para la ymaxen de Nuestra Señora de los Remedios de la villa de Cártama, todo el dicho tabernáculo de plata, el qual tengo empezado y hecho en él veinte y tres piezas menudas y el banco que todo ello pesa treinta y dos marcos y cinco onsas y media de plata que pesa seis onsas y quatro adarmes y más ducientos y seos reales de a ocho y dos reales de plata (….) con todo lo que es para hacer, fenecer y acabar el dicho tabernáculo… (roto) … y es condición que se le a de pagar y satisfacer de su manifatura y trabaxo a razón y respecto de a sesenta y quatro reales por cada marco de plata, así de lo labrado como de lo que adelante labrare e hiciere, baxandose dello lo que tiene rrecibido para en quenta de hechuras y manifaturas .(…) y que lo rrecibido a sido a peso de contraste y el entrego y devolvimiento del tabernáculo a de ser en la mesma forma y por el peso del dicho contraste (…) y que después del dicho peso hará el entrego del dicho tabernáculo armado y bruñido con toda perfección y forma a los dichos hermanos mayores con tal que los vidrios y maderas que se les hechare se le a de pagar siendo costeado esto por los hermanos mayores o mayordomos de la dicha Hermandad o Cofradía de Nuestra Señora de los Remedios….”

         Consta que ya en 1751 existía la “Cofradía de Nuestra Señora de los Remedios”, que además de las donaciones, se mantenía con el producto de un olivar que poseía en La Mata.
         Como herencia de aquella Cofradía ha llegado a nuestros días la “Calle Navedo” ó “del Padre Navedo”, en memoria de don Vicente Navedo de la Vega, presbítero encargado de las cuentas de la Cofradía, que entregó el 3 de diciembre de 1800 el libro de cuentas a los oficiales mayores de la cofradía con un fondo a favor de esta de mil quinientos sesenta reales y cuatro maravedíes, después de haber cubierto todos sus pagos y gastos.



         2.- San Sebastián.  
         Compite en antigüedad con la de Nuestra Sra. de los Remedios, ya que el documento más antiguo que la cita data de 1629, y es el mismo que cita aquella.
         Estuvo situada a la entrada al levante a la localidad desde Málaga, a las puertas del camposanto.
         A principios del siglo XVIII, el cura de Cártama envió informe sobre ella al Cabildo Catedralicio, que concedió licencia el 8 de marzo de 1725 a los Beneficiados, Justicia y Regimiento de la villa, para que fuese reedificada. Por esta misma se despojó del hábito al que había sido su ermitaño, Andrés Muñoz, y se concedió licencia y nombramiento para que lo fuese Miguel Benegas.
         En 1751 era su ermitaño Damián de Berlanga Botello, quien además era sacristán de la Casapalma, y en ella se celebraba anualmente fiesta y procesión.
         Aparece en el dibujo de Francis Carter de 1772, y en el de Medina Conde de finales del siglo XVIII.

Lamina extraída de la obra de Francis Carter en la que se aprecia la ubicación de la ermita de San Sebastián.


         3.- De las Tres Cruces.  
         Toma este nombre por estar ubicada en la confluencia de los términos de Cártama, Álora y Almogía. Lisardo Guede recoge la noticia más antigua de su existencia, por un acta de Cabildo de la Catedral de Málaga, fechado en 3 de julio de 1722, que una vez eliminadas las particularidades de los documentos de esta época, viene a dice: “En la casa  de la viña de D. Ciriaco Gerónimo Abendaño, en la dezmería de Almogía, partido de Las Tres  Cruces, se ha hecho Ermita de madera separada del uso de la casa, para decir misa; y la ha visitado D. Ignacio Bonilla, Cura de Álora, de orden del Sr. Provisor, y declara estar decente. Y se le concedió licencia para celebrar en ella el santo sacrificio de la misa, ínterin se hace Ermita de cal y canto; y se encargue al que la dijere enseñe la Doctrina Cristiana a los muchachos de las familias avecindadas en aquel Partido, y los curas de Álora tengan cuidado de que cumplan con la Iglesia y examinarlos de ella”. De este documento se desprende que los jornaleros del señor Abendaño, vecinos de aquellas tierras, debían emplear mucho tiempo en viajar a cualquiera de los pueblos de los alrededores para asistir a los oficios religiosos, por lo que decidió construir una Ermita de madrea provisional junto a su viña, para evitar estos desplazamientos.
         El tal Ciriaco Gerónimo de Abendaño era oficial de correduría de Lonja, nombrado por la ciudad de Málaga; y en 10 de diciembre de 1735 emprendió pleito en la Real Chancillería de Granada, contra ciertas personas por ejercer este oficio sin estar nombrados para ello. Como el caso afectaba a la recaudación de propios y rentas de la ciudad, se mandó fuesen capturados estos individuos y se procediese contra ellos por causa criminal para que no continuasen ejerciendo estos oficios.

Ermita de las tres Cruces.

         El primer domingo de mayo de cada año se celebra en este lugar un encuentro de Pandas de Verdiales. Fiesta declarada de Interés Turístico Nacional. Celebración folclórica en la que se combinan el cante, el baile, el colorido de las indumentarias y la expresividad de sus protagonistas.


         4.- Casapalma.
         Aunque popularmente es conocida como Ermita, fue erigida como Iglesia entre los años 1500 y 1502, para asistir a los vecinos del poblado que existió en el condado de Casapalma.
         Fueron sus patronos la Virgen de la Rosa y San Juan de la Evangelista. Dejó de existir la noche del 23 de diciembre de 2001, tras 500 años de aguante.
         De ella nos ocuparemos en el capítulo dedicado al condado de Casapalma.


         5.- Santa Ana.
         Situada a las afueras de Cártama, en la confluencia de los caminos de Málaga, Coín y Alhaurin el Grande. Tiene su origen esta Ermita en una epidemia que sufrió nuestra provincia durante el año 1637, una de las muchas que por entonces se daban; el 26 de julio de aquel año se dio oficialmente por exigida la epidemia, lo que suponía la eliminación de muchas medidas restrictivas que por precaución tomaban las autoridades. Al igual que en la de 1579, Cártama tuvo la fortuna de no verse tan afectada como otras localidades, por lo que los cartameños decidieron tomar como festivo este día en agradecimiento a la Santa. Según nos cuenta el señor Medina Conde, fueron sus fundadores los esposos don Juan de Piña de Mendoza y doña Inés Gómez, dejando una memoria a su fallecimiento para que de sus rentas se costeasen reparos, ornamentos y otros gastos, así como renta para un ermitaño que decía misa en ella todos los domingos y días de fiesta al salir el sol. En esta también se encontraba la imagen de San Roque.
         Aquí nacería nuestra tradicional romería de “Los Canastitos”, consistente en sus orígenes, en que cada año, los niños, que eran los protagonistas de esta festividad, acudían a la Ermita a postrarse ante la imagen de la santa y ofrecerle los primeros frutos del verano en un canasto que se guardaba en las casas para este día y que decoraban los padres con papel de colores y rosquitas de pan colgadas en las asas, elaboradas también para ese día. Realizado el ritual, marchaban todos juntos, padres e hijos, a consumir las ofrendas en los alrededores, llegando a extenderse hasta el río las familias que disfrutaban de la comida campestre.
         Lisardo Guede nos cuenta que llegó a vivir con desahogo tal que tuvo sacristán presbítero y tributaba al Real subsidio. El 13 de octubre de 1717 se notifica el fallecimiento del Ermitaño de Santa Ana, y se propone para sustituirlo a Francisco Ibáñez, al cual de le despacha título.
         Aun se mantenía de buen ver en 1856, pero aparece reflejada como “Hermita ruinosa” en los planos de 1870.
         Después de derruido este edificio se trasladó la imagen a la Parroquia, donde se siguió con la tradición de ofrenda, aunque ya fue degenerando.

 Ermita de Santa Ana sobre un plano de 1870.

         6.- Santo Cristo de la Vera Cruz.
         Estuvo situada a las afueras de la población, al poniente, en el entorno del actual parque del Santo Cristo.
         Debe su existencia a la familia Altamirano que la construyó a principios del siglo XVIII. Consta que el cura párroco de Cártama, propuso el 19 de junio de 1722 a Andrés Muños para su Ermitaño.
         El 12 de octubre de 1743, declaró bajo juramento, don Juan González, Beneficiado Presidente de la Iglesia parroquial de Cártama, para probar la nobleza de don Pedro Altamirano y Andrade. Y en esta declaración afirmaba que los hermanos don Pedro y don Lorenzo Altamirano y Andrade eran los promotores de esta ermita, los cuales reedificaron el antiguo edificio a sus expensas, añadiéndole casa para el ermitaño y promoviendo la existencia de “vía sacra” en Cártama.
         “…con singular ejemplo del común; porque a pocos días que vino a esta villa con el beneficio estableció la devoción de la via crucis en la ermita de la Vera-Cruz, para que diariamente se practicase, como se continua de tiempo de mas de doce años que la introduxo, leyendo, y explicando los días de fiesta, el adelantamiento de las virtudes, y extirpación de vicios, y otros exerjisicios espirituales, que también se continúan en dicha ermita; y a solicitud de su hermano Dn. Lorenzo Altamirano, sargento mayor de Milicias, y a sus expensas, la han reedificado; adelantando casa para ermitaño, y experimentando al mismo tiempo grande aumento en la dicha Ermita”.
         Al llegar el siglo XX ya no existía.


         7.- Nuestra Señora de la Huerta.
         La primera noticia que se tiene de esta Ermita la ofrece el Padre Flores en su obra “España Sagrada”, en la que nos dice que existió una inscripción romana junto a ella, que según este autor, en 1754 estaba situada junto a Cártama, cerca de la vía que comunicaba Málaga con Munda. Sin embargo consideraba Berlanga que estaba equivocado aquel, tras visitar Cártama en 1856 expresamente para buscarla, y desmiente la existencia de este edificio.
         Puestos a indagas sobre este lugar descubrimos en la toponimia de Cártama de 1870 la existencia de la casa de campo llamada “huerta de la Virgen”, junto a la acequia de “las monjas” muy cerca del término de Alhaurin de la Torre. Desplazados al lugar para averiguar si existen restos de la existencia de un edificio religioso, los últimos colonos agrícolas de la finca de Motage, que fundase don José Carvajal y Hue en 1867 nos hablaron de la existencia de un edificio que servía de capilla junto al antiguo cortijo, aunque por desgracia todo fue derruido para construir la actual autovía. Pero nos deja la duda de su existencia como ermita en 1754 cuando fue visitado el lugar por el Padre Flores y que se encontrase ya anexionado al edificio que luego adquiriría el señor Carvajal y Hue en 1856.