lunes, 25 de agosto de 2014

A LA MEMORIA DE MANUEL CRUZ MARTÍNEZ.

         Conocí a Manuel Cruz en octubre de 2012, y rápidamente me engancharon sus vivencias como militar, ya que fue testigo y vivió en primera persona uno de los capítulos de la historia de España que aún está por esclarecer.
 Manuel Cruz Martín.
         Manuel Cruz Martín nació en Álora, en el año 1936. Por circunstancias personales y familiares decidió alistarse en la Legión con tan sólo 14 años, pero como no le estaba permitido hacerlo, alteró su documento de identidad, tanto en la edad, como en el nombre, que cambió por el de Antonio Cruz Molina. A los dos años de estar en la Legión se alistó como paracaidista en el Cuartel de Capuchinos de Málaga; y como tal estuvo presente en el conflicto bélico de Sidi Ifni. Allí participó en una operación que trataba de sorprender al enemigo, sobrevolando la posición conocida como “entrelatas”, en la que se dejó caer unos 600 paracaidistas desde una cota de 300 metros de altura directamente sobre el enemigo, lo que los convertía en blancos perfectos. 
                                                       


         En esta situación cada hombre usaba su propia táctica, según su experiencia y conocimientos; unos disparaban sus fusiles desde que saltaban, otros dispersaban al enemigo del lugar donde pensaban caer, lanzando previamente algunas de las ocho bombas de grafiti que portaban, y otros preferían caer en barrena para disminuir el tiempo de exposición al fuego enemigo. Aun así, más de la mitad de los hombres que saltaron fallecieron en aquella operación, la mayoría de ellos antes de tocar suelo; otros se partieron las piernas al saltar de tan poca altura, lo que los hizo presa fácil del enemigo que cometió con ellos atroces torturas, amputando lenguas y saltando ojos; los menos cayeron en los enfrentamientos.
Manuel Cruz equipado y dispuesto para saltar.
         Manuel Cruz opto por ametrallar el suelo con su fusil durante el salto y lanzar seis de las ocho bombas que llevaba, pero pocos metros antes de tocar suelo, un disparo desde el flanco derecho le atravesó las dos rodillas, dejándole inmovilizado; aun así, siguió disparando sin permitir que se le acercara ninguno de aquellos furiosos moros.
Manuel Cruz en pleno salto. 
         Estando en esta situación se le acercó un capitán para interesarse por su estado, al que explico lo que había pasado. El capitán, dándolo por perdido, le explico que delante de él, a pocos metros, tenía un puesto avanzado enemigo, protegido por un enorme montículo artificia de tomillo, que estaba causando numerosas bajas entre sus compañeros, y le conmino a que usase las dos bombas que le quedaban, así lo hizo Manuel, acertando de lleno, y silenciado de pronto el fuego que de allí salía. Este acto le valió a Manuel la Medalla al Sufrimiento por la Patria.
Manuel Cruz ya condecorado. 
         Al abandonar aquel conflicto, y como hijo de ferroviario, fue destinado, con carácter militar, a la estación ferroviario de Fernán Núñez (Córdoba), de allí pasó a Gobantes, y de aquí a Cártama; donde ha acabado sus días.
        Toda su vida ha recordado aquella vivencia, tanto por la fuerte experiencia vivida como por los dolores que le han acompañado siempre, fruto de aquella bala que le atravesó las rodillas.
         Por esto creo que es de justicia rendir este pequeño homenaje en su memoria.